miércoles, 9 de marzo de 2016

¿Cómo supe que quería diseñar invitaciones de boda?






Cuando empecé a planear mi boda, me pasé meses buscando unas invitaciones que me gustasen, pero no encontraba nada que encajase con mi estilo. El típico tarjetón blanco me tiraba para atrás, las de encaje/lacito/relieve ni te cuento, y ya cuando me enseñaron las "invitaciones con un toque de humor" (Novia que lleva al novio atado con un cordel, simulación de una página de sucesos, etc.) me dieron ganas de ponerme a llorar in situ.

Te juro que prefería coger un folio y escribir: Me caso. Pero claro, esa tampoco era una opción.

Por fin, encontré unas bastante monas. Eran unas acuarelas muy sencillas con un cordoncito natural. DECIDIDO. No era que me volviese loca de amor al verlas pero estaban bien, y eso ya era más que suficiente visto lo visto. 

Mi sorpresa llegó con el precio. 5,50€ cada invitación (¡J**** con las invitaciones! pensé...) pero bueno, está bien, no voy a darle más vueltas, las otras realmente eran un horror, así que no tenía muchas opciones. Pero cual es mi sorpresa cuando al hacer el pedido me dicen que al ser menos de 150 invitaciones el precio asciende a .... { redoble de tambores } 6,20€ la invitación ¿¿¿¡6,20€!??? ¿¿¿¡DE VERDAD!???

La sensación de que me estaban tomando el pelo hizo que me decantase por diseñar mis propias invitaciones, así que desempolvé mi estuche de acuarelas, y ya puestos me decidí a hacer algo mucho más en mi estilo. 

Mi idea de boda no es una ceremonia encorsetada a lo Lady Di , así que mis invitaciones tampoco deberían serlo, por eso me decanté por algo mucho más alegre, colorido y divertido. 

El caso es que después de diseñar las mías le fuí pillando el gustillo y empecé a investigar sobre tipos de papeles, calidades de sobres, me anoté en cursos de ilustración, dibujo, lettering, y así sin casi darme cuenta supe que a eso quería dedicarme.

Sabía lo que quería hacer, pero sobre todo sabía lo que no quería:

-No quería diseñar invitaciones en un papel que no estuviese a la altura. No hay nada más cutre que las invitaciones impresas en esa especie de cartulina brillantosa. Nononono. Debía ser un papel muy gordito y agradable al tacto, un papel por el que te apetezca pasar la mano.

-El sobre debía ser también de primera calidad, pero muy sencillo, para no robar protagonismo a la invitación, por eso me decanté por los sobres en color kraft.

-No quería que fuesen prohibitivas para ninguna novia, por eso, teniendo en cuenta la calidad, ajusté el precio al máximo (Cuesta cada una sólo 2,20€ + IVA)

-No quería que al recibirlas la novia se sintiese como cuando abre un paquete de Ebay recien llegado de China, en un envoltorio cutre y con celo de envalar. Por eso me curro cada packaging pensando en cómo me gustaría recibirlo a mi, e intento prepararlo toda, para que cuando la novia lo abra sea un momento súper especial.

- Y por nada del mundo quería que fuesen la copia de la copia de la fotocopia de lo mismo. ¿Lavanda? ¡Toooodas lavanda! ¿Bicicletas tandem? ¡Tooooodas con la bici en sus invitaciones! ¿Rodajita de madera? ¡Allá vamos todas con la dichosa rodajita! No, quería hacer unos diseños realmente originales y distintos, dibujados a mano por mi misma.

... Y como soy MUY tiquismiquis con los olores, voy a confesaros un pequeño secreto: Las invitaciones tienen un ligero (muy ligero, no me gustan los olores fuertes) aroma a jazmín blanco.




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